
Madrid en Enero y en víspera de anunciada nevada se llena de viandantes
con bolsas que van y vienen buscando las segundas y terceras rebajas. El frío
no manda. Contra él refugio en bares y cafeterías. Oscurece, de tarde y enfrente
del Palacio Real el café de Oriente. Parece antiguo pero no lo es. De finales
del siglo pasado es parte del grupo empresarial del sacerdote alavés Lezama que
además de invertir en gastronomía lo ha hecho también en educación. Dinero al
servicio de la sociedad, generando puestos de trabajos, educando e invirtiendo
en los mas desfavorecidos. Algunos deberían aprender. El chocolate con
picatostes está bueno pero no llega a la calidad del de Navacerrada. El precio
alto y el local abarrotado. Las multitudes siguen, alguno todavía desea feliz
año, debería estar prohibido hacerlo pasada una fecha. El teatro Arenal, en la
misma calle, ya no existe. Los falsos soportes con forma de mujer esperan su
turno. Local en alquiler. Antiguo cartel en taquilla y polvo que se acumula. El
mexicano limpiabotas cita el cartel del trabajador. Tarea indigna por lo que
tiene de sumisión. Otra cosa sería que el cliente se descalzara y el trabajador
limpiara a igual nivel. Cuestión de alturas. No concibo al cliente de tales
servicios. Pero somos tantos que hay para todos. Las masas en la calle y la
casa del libro no abarrotada pero con buena entrada. Me alegra ver que el libro
llama. A mí me llama el comic, una historia de nuestra guerra. Dicen que los
nervios de los animales delatan la nevada. Bajan del monte y se comportan de
forma diferente. No capto lo mismo en los humanos. Al cabo de unas horas, ya de
mañana, el cielo gris y blanco no deja caer mas que algún perdido copo. Será mas
tarde, ya de noche de nuevo, cuando el cielo deje ver la nieve. Nevada débil
que a mediodía está olvidada en la zona urbana. Predicciones sobre
predicciones.
Los animales, allá por los
montes, disfrutarán.
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