sábado, 8 de noviembre de 2014

blues



A veces sirve, el insistir. Es cuestión de voluntad. Lo hago y me merece la pena. Empezé con cuatro cds azules. Se me hizo tan duro que lo olvidé. Pasó el tiempo y retomé una antología que me allanó el camino. Eran 25 temas. Y acabé escuchando en mis idas y venidas al trabajo el “ABC of the blues”, 52 discos. Y ya no dejaré de escucharlo. Una vez dentro se está a gusto. Y también leo sobre su historia. Apasionante. Su origen va paralelo al de la esclavitud en el sur de Estados Unidos. Al ser que grita, que expresa su sentimiento como un lamento, cantado, acompañado luego. Al que pide agua de forma repetitiva detrás de la mula que surca el campo. Se canta al ritmo del trabajo, primero. Luego se canta cuando no se trabaja, luego se busca su compañía en los bares y garitos. El principal tema, como en toda música, es la pareja. Inestable, transitoria, exultante, tormentosa. A veces feliz. También el trabajo. Y un referente que convierte al blues en único, el tren, el desplazamiento como símbolo de avance y libertad, como medio para cambiar a mejor, o ese es el deseo, en busca de una esperanza desconocida en aquella parada lejana. Abordar el tren, casi en marcha, se convierte muchas veces en la salvación para olvidar.
 
The devil’s music. A history of the blues. Giles Oakley. 1976.

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