Tantas veces visto en imágenes y libros pero impresiona. Escasea el
público en la Galería de la Academia, al fondo de la sala aparece el gigante
con honda, se trata del David de Miguel Angel, tamaño de otro mundo,
proporciones mágicas, no se permiten las fotos, se puede uno sentar en la
trasera sólo y admirar el cuerpo desnudo con sus músculos y venas, figura casi
venerada, proporciones de Dios o de ser mas allá de los hombres, dicen que es
la belleza personificada, las proporciones justas. Suena a obra grandiosa. El
resto no sé si se ve. La Galería tiene más cosas, mas esculturas y más pintura.
Otras esculturas de Miguel Angel, menos conocidas o desconocidas, es el día
tres, madrugamos de nuevo. Las salas se suceden. Aparece otro gran
Descendimiento de Bronzino. De repente una gran sala repleta de esculturas y
decenas de bustos, destacan obras de Pampanoli y Bartolini, nacidos en el
dieciocho. Gran colección de pinturas góticas, muchas anunciaciones, varios
Cristos en piedad, saliendo del sepulcro, o de rodillas en él, varios
crucifijos de gran tamaño pintados. La pinacoteca es amplia pero la gente sigue
dando vueltas alrededor del gran David, ya a la salida éste se rodea de
multitudes ávidas de instantáneas imposibles, se hacen a escondidas, hay
asombro, él, sereno y orgulloso en su pedestal. Marchamos al convento de San
Marcos, morada del Beato Angélico (1395-1455) entre otros. Impresionante el
lugar, múltiples obras del fraile como el Tabernáculo del Linaioli, un
descendimiento, múltiples cuadros, el claustro es bello, otra sala muestra
obras de Fray Bartolomeo y Fray Paulino. Pinturas murales en restauración,
explosión de frescos por todos lados. Subimos a las habitaciones o celdas y la
Anunciación nos esquiva o lo hacemos nosotros. No pensamos que pueda estar ahí
en un pasillo nada más coronar las escaleras, pero sí. Como si nada, hay que
pararse a verla, fresco sobre la pared, la perspectiva asomando, obra grande.
Se suceden los grupos, de italianos aburridos, japoneses, franceses que
aplauden al ponente, americanos por doquier, monjes con hábito que están de
visita, también con móvil, las celdas, todas, albergan arte, un fresco en la
pared, obras de Angélico y seguidores, crucifixiones sobre todo, silencio y
oración, recogimiento e invitación a la sensibilidad. Buscábamos cuadros y
encontramos frescos. Como el de la Última Cena, ya en la salida, hoy lugar para
la venta de recuerdos, imponente en la pared. Al lado la Iglesia, aparece una
talla de madera, cosa rara hasta ahora, obra de Foggini (1610-1684), el Ecce
Hommo se encuentra en la penumbra.
Cambiamos de escenario, ahora toca la Capilla de los Medici,
monumental. Sitio oscuro, de frescos en cúpula, lugar de enterramientos de los
grandes duques. La nueva sacristía alberga más obras de Miguel Angel, como la
aurora representada en femenino o el anochecer en masculino o como la noche en
forma de mujer o el día en forma de hombre. Un joven dibuja de pie ajeno a las
visitas. Blancos y marrones. Es hora de comer, de nuevo al Mercado. Esta vez
elegimos Pork’s, otro establecimiento que ofrece productos caseros como los
arancini, o bolas de arroz rellenas, o el lampredotto, estomago de vaca que
sirven picante. El postre en el exterior en forma de tronchetti o pastel de
pasas. Visitamos a continuación la Iglesia de Santa María de Novella de
impresionante fachada de tonos blancos y verdes. El claustro de los muertos
alberga cientos de tumbas, se suceden los frescos hasta llegar a la
espectacular sala capitular o de los españoles también repleta de pinturas
murales. Nuevo claustro. La basílica es abrumadora, repleta de pinturas. Pasamos
a una capilla donde se encuentra una talla excepcional de un crucificado, obra
de Filippo Bruneleschi (1377-1446). Pálido y sin paño de pureza, destaca por su
realismo. El conjunto de la visita impresiona y abruma. Por si no habíamos
tenido bastante seguimos por el Palacio Pitti donde paseamos por los jardines
Boboli antes de pasar a la Galería Palatina, otra pinacoteca en sí misma. Salas
de esculturas y retratos e infinidad de obras en paredes atestadas. Destacan dos
obras de Murillo, Virgen con niño y Virgen del Rosario, que entre tal
acumulación no pasan desapercibidas. El descendimiento de Cigoli (1559-1613)
también sobresale. Como Las tres edades del hombre, obra de Giorgione
(1476-1510). Entre tanto arte aparece de repente una bañera donde dice tomaba
baños el mismísimo Napoleón y para cerrar la Galería me quedo con el gran
Rafael y su Virgen de la silla, con niño y San Juanito. El Pitti no termina
aquí, siguen los aposentos reales con salas, habitaciones y lujo, el Museo del
traje que recorremos sin paradas o la Galería de Arte Moderno donde es una pena
llegar cansado dado que alberga una gran colección de pintura y escultura del
siglo XIX. Destaco un par de obras, La Alegoría de la Vida del pintor alemán
Curt Stoeving y el magnífico Retrato de familia en interior de Elizabeth
Chaplin (1890-1982). Es hora de descansar y lo hacemos sentados en la Basílica del
Espíritu Santo, asistiendo a un concierto de la orquesta del instituto
Churchill de San Antonio, Texas. Chavales de 14 a 18 años que son parte de las
seis orquestas de diferentes niveles que tiene el instituto. Violines en su
mayoría, más violas y violonchelos, ensayan en esos preliminares que tienen mucho
de anarquía y ruido. Todo cambia a la orden del director que va presentando las
obras, clásicas y no tanto, que suenan bien en un entorno privilegiado y frío. Es
hora de cenar y lo hacemos en una rectangular plaza al lado de la iglesia, en
el restaurante Ricchi donde el trato es amable y donde tomamos ravioli y
spigola, o lo que es lo mismo, lubina. Todavía hay tiempo para el paseo y para
más, para un concierto de órgano en la penumbra de Santa María Ricci. Suena
potente y sonoro ante una presencia que viene y va según las tonalidades.
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