sábado, 19 de octubre de 2013

de medina a madrigal

De mañana en Medina visitamos el Museo de las Ferias, itinerario seguido con audioguía para mostrar la importancia comercial de la localidad en el pasado. Objetos, pinturas, historia, audiovisual, todo para dar una idea global de los tiempos añejos de mercado y feria. Me quedo con el cuadro de la Virgen de la Anunciación y el Arcángel Gabriel, copia del cuadro de la Anunciación de la Basílica de la Annunziata de Florencia, de un seguidor de Alessando Allori, Siglo XVII. Antes de partir de la localidad visitamos la colegiata de San Antolín, en la plaza. Se acaba la visita a Medina y partimos para Olmedo que ofrece una buena muralla e iglesias cerradas a cal y canto. El paseo dura poco y marchamos a Arévalo donde la exposición de Las edades del hombre dota de vida al pueblo. Comemos al aire libre al lado de la estatua de la reina Isabel protegidos del sol con sombrilla. La oficina de turismo de la localidad nos habla de Madrigal de las Altas Torres y hacia allí nos vamos, localidad natal de la reina, cuenta con el Palacio donde nació ésta situado en una calle maltratada por el tiempo y por la aparente falta de dinero para urbanizar en condiciones el entorno. El palacio de Juan II, hoy convertido en el Monasterio de Nuestra Señora de Gracia, regentado por monjas agustinas, exhibe un cartel diciendo que cierra en estas fechas de Septiembre; mientras hacemos tiempo hasta la supuesta hora de comienzo de la visita paseamos por los restos que deben de haber albergado hace poco una plaza improvisada de toros donde la doble bandera española de algunos burladeros pone color sobre la arena seca. El suspense crece, y siendo ya más de veinte los potenciales visitantes llamamos al portero automático y al rato aparece una monja joven que nos abre la puerta. Habrá visita. Lo viajado merece la pena por esta visita de más de una hora que disfrutamos en compañía de una monja de edad muy avanzada que habla y habla sin parar. Visitamos la sala donde se celebraron las primeras cortes de Castilla, sentados en asientos de madera mientras la madre sigue su discurso. Varias vitrinas presentan objetos varios, entre ellos un documento con la firma autógrafa original de Isabel, su famoso “yo la Reina”. Se suceden los comentarios y anécdotas y la anfitriona quita importancia a la que según ella es una de las obras más importantes del convento, un cuadro de Juan Carreño. Dice que hay gente que ya ha venido varias veces sólo por verlo de nuevo y para llevárselo en la niña de los ojos. En una capilla adyacente a la Iglesia nos cuenta la historia de una talla rescatada del mar y enviada por el rey Fernando a sus hijas, novicias de este convento. En esa sala habita un espléndido Calvario de Juan de Juni. Son nueve las monjas que quedan, nos dice la madre, que sigue descifrando datos. Llegamos a las habitaciones y a aquella donde nació la reina, pequeña, minúscula, dice que los suelos nunca han sido cambiado, piedras desgastadas, nadie pone pegas a pisar los mismos suelos de entonces. Un pequeño cuadro muestra a una guapa Juana de Castilla y otro muestra el único retrato original de los Reyes Católicos tras su boda. No son tan bien parecidos como los de la televisión, sobre todo él. La imagen no entiende de realidades.Esto no da para más, la visita ha sido magnífica, una de esas que quedan grabadas, amena, didáctica y agradable. Incluso repetible. Es tiempo de carretera y manta, vuelta a casa.

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