domingo, 18 de agosto de 2013

sevilla-los venerables


No vamos porque lo hayamos visto en guía alguna. Vemos una señal en la calle e intentamos encontrarlo, calles estrechas nos llevan a la Plaza de los Venerables donde hacemos tiempo para que abran. La fachada reluce de blanca. Dentro sorpresa y muy grata. Pertenece el hospital a la Fundación Focus-Abengoa. Para empezar patio techado o velado. Dice la audio guía que el objetivo era dar amparo a los sacerdotes enfermos o pobres tras la epidemia de peste de 1649 que asoló el país, o dicho de otra forma, convertir la enfermedad en salud o la pobreza en consuelo. Se terminaron las obras en 1697 y ya un par de años más tarde albergaba a unos 30 sacerdotes. Pasamos a la iglesia que es realmente impresionante y colorida con muros pintados por Juan Valdés Leal y su hijo Lucas Valdés. De nuevo aparece el mariscal Soult que de esta iglesia también se llevó una Inmaculada de Murillo que se expone en el Prado. Un cristo crucificado de autor desconocido parece suspendido ya que la cruz apenas se distingue. El púlpito presenta las inscripciones oíd, entended y guardad. Subimos a la galería alta y encontramos una Dolorosa anónima con daga en pecho con la siguiente leyenda: o quan tristis et aflicta fuitilla benedicta mater única niti. Asomados a una celosía de este piso alto contemplamos la iglesia desde arriba y parece otra. Volviendo a la planta baja pasamos a ver la colección permanente del centro Velázquez, sala pequeña oscura donde sólo los cuadros y tallas están iluminados directamente, donde un vigilante hace su trabajo, y donde no hay palabras para definir el compendio de arte. La tenue luz y el silencio ayudan a ello. Para empezar descubrimos que en una vista de 1647 la alameda de Hércules, que hoy peligra, ya se asemejaba y mucho a como la vemos estos días. Seguimos con una de las obras maestras, la Inmaculada de Velázquez, de 1618. Se suceden obras de Zurbarán, de Francisco Pacheco, la aniñada Santa Rufina de Velázquez y la seria Santa Catalina de Murillo, así como tallas de Montañes, para llegar a la obra que más me gustó, la Imposición de la casulla a San Ildefonso, pintada por Velázquez entre 1622 y 1623, sobre todo por las tres figuras femeninas que aparecen en la parte superior del cuadro modelando un esplendido juego de luces y sombras.

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