viernes, 9 de noviembre de 2012

lázaro galdiano



Es la fundación Lázaro Galdiano la que recogió la donación efectuada al estado por el coleccionista y mecenas del arte a su muerte. Visitar el palacio que fuera su vivienda en la madrileña calle de Serrano es un deber. Lo hago después de 30 años residiendo aquí. A veces lo más cercano se nos antoja lejano. Cuatro plantas de arte dan para mucho, desde joyas a armería, pasando por orfebrería y llegando a la escultura y a la pintura. La escultura se llega a acumular en vitrinas, aquello que con mayor espacio destacaría por sí sólo. Y la pintura es la joya de la exposición, desde Picasso a Murillo pasando por Zurbarán, El Greco o su hijo Jorge Manuel cuyo cuadro se asemeja en estilo al de su padre, por no hablar del San Bartolomé claroscuro del Españoleto, y con toda una sala dedicada a Goya. En fin, todo un muestrario de auténticos grandes, donde me quedo con el San Diego de Alcalá de Zurbarán, que parece interrogar al mundo con su fija mirada, o la Ana de Austria de Alonso Sánchez Coello, o la crucifixión con santos del Maestro de los Nimbos Pintados, de la escuela sevillana, siglo XV. Para finalizar un poco de escultura, sobrecoge el Cristo atado a la columna en mármol de Micheangelo Naccherino (XVI), blanco y resplandeciente en la mañana oscura de la Almudena del noviembre madrileño.

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