viernes, 6 de mayo de 2011

se acabó

Quizás sea lo mejor del empacho de clásicos, que se ha acabado. Excesiva concentración de partidos del siglo que no dejan indiferente a nadie pero que sí arrojan consecuencias. Es difícil hablar de fútbol hoy en día. Para mí sería hablar de los noventa minutos que dura un partido o incluso del tiempo extra. El tiempo del fútbol pierde su ser con el antes o el después, con las previas y los post partidos. Mi juego, el que yo recuerdo, está concentrado en ese espacio donde la magia de unos y otros pone goles y emoción. Hubo pocos goles y mucha tensión en los clásicos. En el primer asalto, que condiciona todo, dice Florentino, el mudo no habla, Mourinho. Karanka queda como un pelele, para eso cobra. Y el mercenario se irá en cuanto pueda. Su espíritu madridista se limita al color del dinero. Como muchos. En este primero, la liga mostró dos estilos, poco juego y mucho respeto, incluso miedo por parte de los blancos. Un milagro de por medio, el que Pepe acabe un partido sin tarjetas. La liga se inclinaba del lado azulgrana y la copa se fue para Madrid. El fútbol se vive al instante y a las 48 horas ya no existía rastro del juego anterior. Descarga de adrenalina en Valencia, pozo de pasión, sentimientos y gritos. Tras la serenidad se ve otra cosa, el mismo país. Un solo Piqué sobre el campo y muchos piques. Dicen que esto afectará a la roja. Los modelos para los niños se olvidan de lo que representan. Uno de mis hijos, con cascos, ajeno al mundo. Casillas aparece en escena y Cristiano justifica su talla. El ganador se lo lleva todo, la gloria. Del perdedor, silencio y lágrimas. Llega el tercero, y el Barcelona se lleva parte. El Madrid se queja, pataleta infantil, el imperio de la queja. Mourinho habla de asco y se pone a calumniar, que algo queda. Y sus jefes apelan a la libertad de expresión para justificarle. Hombre, la expresión debería ser constructiva. También son libres los miles de aficionados que insultan a árbitros o jugadores contrarios y esa libertad de expresión da pena. Denuncias mutuas. De lo que no habla el mister es de los primeros veinte minutos de su equipo. Patético. No la toca, viva el fútbol. Calco del primero. Dicen algunos hinchas del Madrid que ya tienen nuevo ídolo, Pepe, el paradigma del fútbol. No acaba el partido, se acabó el milagro. Los comentaristas de TeleMadrid dan una lección de apasionada subjetividad. Messi celebra el triunfo del juego, algo que se hace con la pelota, no sin ella. Messi es el puto amo, titula alguien. El cuarto era misión imposible, dicen los blancos. El fatalismo vuelve, está de moda. El partido es secundario, dice Karanka. El Barcelona se lleva la parte que faltaba. La capacidad de autocrítica se ha perdido en la casa blanca. Cierran filas en torno al jefe del banquillo. Decepcionante. Por cierto, ¿se acuerdan de Santiago Bernabéu, el que hizo grande a ese equipo?, le preguntaron un día por la filosofía del éxito. Su respuesta fue: “Se trata de escoger bien a las personas. Son las personas, los hombres, quienes hacen los clubs, y no al revés”. Me parece que en la ciudad condal alguien lleva haciendo bien las cosas desde hace algún tiempo. Pero no se olviden, esto es sólo fútbol, un juego.

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