domingo, 22 de agosto de 2010

una pelota

Llego a la basura, levanto la tapa y veo una pequeña pelota de fútbol, con sus pentágonos blancos y negros, con los blancos oscurecidos y los negros un poco más pálidos que antaño. La pelota en cuestión es de espuma, excepto el cuero exterior y ha estado ahí durante muchos años. No en la basura, sino en la estantería de mi hijo mayor. Probablemente la pelota tiene 17 años, los mismos que él, incluso puedo creer recordar dónde la compramos, en una pequeña juguetería de Bravo Murillo a la altura de Tetuán. Aunque esto quizás sólo sea un intento de recordar cosas que ya no están ahí. Hay fotos donde él aparece con su primer traje de futbolista y esa pelota, gateando tras esa pelota, haciéndola rodar con torpes manos y encendidos gritos. Y un día aparece en la basura porque su habitación no puede acoger todos los restos de la infancia. Y no te ha preguntado si podría tirarla, y te enteras cuando vas a arrojar basura a la basura. Y si preguntas por qué, obtendrás la respuesta que no quieres oír, y como tantas otras cosas en la vida, es mejor no preguntar porque la mayoría de las preguntas, las importantes, no tienen respuesta.

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