domingo, 18 de abril de 2010

cenizas

Entre cenizas que no dejan volar aviones, nos pasamos la semana. ¿Sabe usted que hay gente a la que esta noticia o cualquier otra no le interesa? De esos, conozco a algunos, pero son felices. Me refiero a los que ya no les interesa nada, ni ellos mismos, a los que ya no quieren vivir. Pues sí, existen, unos se suicidan, muchos aguantan. No entendemos las razones, muchas veces no existen éstas, hay veces que la enfermedad lo ocupa todo y niega la razón, la que sólo ve una única salida. Holanda, país pionero en atención social, estrenará parlamento pronto y un grupo de ciudadanos ha logrado recoger las firmas suficientes para debatir el suicidio legal a partir de los 70. El autosuicidio no tiene castigo, porque no hay sujeto posible de pena. Pero cuando la vida te niega hasta la libertad de disponer de tu cuerpo, necesitas la ayuda para morir y eso es lo que se quiere discutir, para bien de algunos que están abandonados, en hospitales, en gasolineras o en una de esas casas donde no parece vivir nadie. Me gusta la idea. Hablando de ideas, hablemos de las preconcebidas, de las que se graban a sangre y fuego en nuestra cabeza, inamovibles, hasta el fin de los tiempos. Tengo muchos años y todavía oigo eso de que la mujer árabe no avanza, vamos, que la vida se ha congelado todos estos años. Pues bien, los que saben, los que se molestan en saber, los que encuestan, los que viven allí o se dan una vuelta de vez en cuando, los que no van a ver pirámides sino a ver realidades, dicen que algo está cambiando, que el estereotipo cambia, que los pasos, cortos, pero seguros, se están dando, minuto a minuto, hora a hora, que ya tienen menos hijos, que los matrimonios están dejando de ser juveniles, que la educación aumenta. Esa es la revolución, la silenciosa, la que no se ve, no es noticia, no llena páginas ni define guiones cinematográficos, la que verán nuestros ojos cuando se vayan las cenizas.

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