viernes, 9 de octubre de 2009

napoleón

Recuerdo poca crítica hacia la figura de Napoléon, tal y como se estudiaba hace años. Desconozco lo que ahora se dice de él en nuestras aulas. Parece que en su país natal la figura levanta pasiones y odios, lo que suele ser habitual en figuras de su talla. El segundo tomo de memorias de ultratumba de Chateubriand dedica gran parte de su contenido a la controvertida figura del emperador de Francia, coetáneo del autor.
Chateubriand no deja lugar a dudas cuando afirma:
“El error que la verdadera filosofía no perdonará a Bonaparte es el haber habituado a la sociedad a la obediencia pasiva, haber habituado a la humanidad a los tiempos de la degradación moral, y tal vez bastardeado los caracteres de manera que es imposible decir cuándo los corazones comenzarán a palpitar con sentimientos generosos”.
Cuenta el autor que ya en su retiro insular final, un capitán inglés dialoga con Napoleón y le habla del descubrimiento de la isla de Lu Chu, un archipielago situado al lado de Japón, y el caído emperador se sorprende de la no existencia de armas en ese lugar. A su pregunta de ¿cómo luchan?, el inglés responde: “ignoran todo cuando sucede en el mundo; no saben que Francia e Inglaterra existen; nunca han oído hablar de Vuestra Majestad”. “Bonaparte sonrió de una manera que llamó la atención del capitán: cuanto más serio es el rostro, más hermosa es la sonrisa”.
Tanto sufrimiento causado para nada, pensaría Bonaparte, tanto horror para que habitantes del remoto mundo vivieran sin temor a su persona, sin necesidad de armarse para defenderse de alguien, con tantas vidas de soldados franceses y de inocentes arrojadas al fango en nombre de la locura, para acabar así, como un desconocido para muchos, golpe bajo al ego del déspota.

Memorias de ultratumba, vol.2 (Chateubriand) 1849

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