viernes, 18 de septiembre de 2009

afganistán

Prometí hablar de Afganistán y reconozco que se me escapa de las manos, las variables se amontonan en la palma de mi mano, se deslizan por entre los dedos, y veo como se caen al suelo, llevándose con ellas la solución. La guerra anti terrorista se confunde con intereses económicos o geo estratégicos, unos dicen que no es una guerra, pero la gente muere, incluso muchos civiles que pasan por ahí. El gobierno afgano, acusado de corrupción, todavía no tiene los medios para quedarse sólo en la lucha contra los talibanes, que controlan la producción mundial de opio, de donde se deriva la heroína que espera con ansia Occidente. Muchos afganos se cansan y se marchan, abandonan el país como pueden. Otros, la mayoría, se quedan, con las arcaicas costumbres, con la mujer tapada, sin entender que hacen ellos en medio de esta historia. Intereses divergentes, los talibanes buscan mantener el status quo, es decir régimen feudal, los nuestros quisieran verlos derrotados y ver de un plumazo como los derechos humanos se extienden por doquier, esos que a nosotros nos ha costado tanto conseguir. Parece sensato seguir allí hasta que un estado fuerte sea capaz de dar sus primeros pasos sólo. Aunque sólo sea por los civiles. Quizás no debería haber entrado nadie en 2001. Nunca se sabrá qué hubiera pasado. Como apunta Norman Birnbaun, catedrático de Georgetown, Estados Unidos tiene la extraña manía de resolver los problemas de otros pueblos. Que se lo pregunten a la europa de 1945. Sólo espero que algún día se conozca la verdad y toda la verdad sobre estos últimos ocho años de guerra en aquel remoto país.

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