miércoles, 9 de octubre de 2024

lisboa.sept24.4

En Carcavelos se vende comida y ropa en el mercadillo de los jueves. Imagino los contenedores que vienen de China llenos de cajas de cartón que cada día se vacían sobre las mesas en montones que la gente baraja, mueve y vuelve a mover mientras los comerciantes gritan para que se les oiga. Es bueno en un idioma ajeno no confundir los números y no pensar que el precio es aún más bajo. El aire suena y hasta dentro de la Iglesia se oye mientras el altar de Nuestra Señora de los Remedios luce lleno de azulejos. La playa es pequeña, recogida y agradable, de punta a punta recorrida hasta las rocas horadadas por el agua. Luego en coche hacia Cascais pasando antes por Estoril, lujo en casas, también en la marina, repleta de tiendas, barcos y restaurantes de postín. La comida india está rica y después visitamos la ciudadela, bonito espacio con galerías de arte y una encantadora librería solidaria. El litoral a la salida de Cascais presenta un océano verde y plateado, el viento arrecia y hay alguna playa inaccesible. Un helicóptero suspendido presagia algo malo, quién lo sabe, y un velero parece tan frágil que asusta. No conducir me produce sueño, el cansancio es infinito, despierto y veo una playa, vuelvo a despertar y veo otra. Del sopor me saca la torre de Belém y una música militar y un pastel de esos que llevan vendiendo aquí desde 1837, la espera en la sempiterna cola es escasa. 

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