domingo, 1 de octubre de 2023

Salerno.2

En Salerno empezaron las clases, los niños mueven la mañana con su anarquía. En tren a Paestum, como siempre muchos viajeros a bordo y en los andenes, el altavoz de los móviles se puede regular, algunos no lo saben, la libreta dónde escribo se está rompiendo, ahora música, luego palabras. Fue Paestum ciudad griega, luego romana, imponentes los tres templos, Neptuno, Hera y Atenea, ahí todavía plantados a pesar de la erosión, hay ruinas de casas con piscina, esto es el paraíso de las lagartijas y de una mariposa aislada, se excava y se quita tierra con cepillos, a pleno sol, me gustaría encontrar cosas como las que se encuentran tras días y días de trabajo. El museo de la ciudad alberga tumbas de guerreros con pinturas, como el de ese nadador que se lanza sin saber si encontrará el agua o el más allá. Hay vasijas, objetos y casco de guerrero que presenta tantos cuernos como batallas a las que sobrevivió. Esperamos a a un autobús que parece no llegar nunca, viajamos gratis gracias al conductor durante once kilómetros y bajamos en Agropoli donde comemos bien con vistas al mar, debajo una playa estrecha y larga sin salvamento y con gente que toma el sol. De nuevo al tren, estamos cansados. Paseamos de nuevo al borde del agua, en Salerno la vida se repite, no suena el tango pero hay horizontes donde perder la mirada y luces que caen al mar. Y ahora me pregunto quién era el joven moreno de Paestum, de cabellos abundante, de ojos oscuros que parecen huir, de cuerpo delgado, solo, con un libro de la ciudad, dentro y fuera, quiero pensar que era un guía sin gente a la que guiar, quiero creer que alguien más lo vio.

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