jueves, 28 de septiembre de 2023

Nápoles.5

Nicola, el portero del edificio, viendo la vida pasar, sentado, saluda. La música, ¿donde estaba?, y de repente se oye, ha vuelto, la música callejera que llama y hace pararse estaba aquí, escondida en estas calles para alegrar la mañana. Mala organización en Nápoles Subterránea. Creo que algunos italianos tienen un problema a la hora de organizar las colas y es algo tan simple como colocar unas cintas que permitan definir filas y disuadir a los listillos. Ya dentro tras bajar las escaleras vemos los restos de un acueducto romano y nos adentramos en galerías y túneles estrechos sin luz donde la linterna del móvil es imprescindible, no apto para claustrofóbicos. Estas mismas estancias, en su lado más amplio, fueron utilizadas como refugio antiaéreo en la Segunda Guerra Mundial por miles de personas, fue Nápoles la segunda ciudad más bombardeada, tanto por los aliados como por los nazis. Se conservan un par de bombas que no explotaron, ahora desactivadas, algunos restos de armamento y trajes de la época, así como objetos que dejaron los aquí alojados. Ya fuera veremos también algún resto de un teatro romano en lo que más parece un decorado de cine donde nos cuentan rodó Vittorio de Sica la película El oro de Nápoles con Sofia Loren, no napolitana de nacimiento pero que pasó una buena parte de su infancia y adolescencia en Pozzuoli, pueblo cercano que se encuentra en la zona de los campos Flégreos o cadena volcánica que deja numerosas fuentes hidrotermales. A propósito, nos cuenta Luis, paraguayo, que la tarde anterior hubo un terremoto de 3,8 que mucha gente notó y que nosotros no percibimos.

Comemos en Pignasecca, comida callejera en mercado animado, nuevamente colas inmensas para comprar unos paninis, perplejidad en aumento. Tomamos un nuevo medio de transporte, funicular que nos lleva al barrio de Vomero, allí donde se inició la insurrección armada del pueblo napolitano contra la ocupación alemana el 27 de septiembre de 1943 en lo que se conoce como los cuatro días de Nápoles. El 1 de Octubre entraban los aliados en la ciudad. Vomero es otro Nápoles, diferente al que queda abajo. Otras casas, otras calles, otras gentes, todo limpio, tiendas caras, cafeterías, terrazas, escaso turismo; nos acercamos al mirador que se encuentra bajo el castillo de San Elmo. Buenas vistas pero incomparables con las que ofrece el castillo en su punto más alto. De anchos muros y gran altura, una auténtica mole construida en parte con la toba volcánica amarilla típica de Nápoles, albergó en la antigüedad torres de vigilancia y diferentes fortificaciones. Carlos V lo mandó reconstruir en 1537 siendo el arquitecto valenciano Pedro Luis Escrivá el encargado de la obra. Ascendemos por rampa sin escaleras y recorremos el perímetro alrededor del patio de armas que ofrece una visión de 360 grados espectacular. El golfo de Nápoles, la ciudad, el Vesubio, todo se ve y se defiende desde aquella altura, muchas cosas se reconocen y los paneles explicativos nos enseñan después de tantos años el origen de la palabra oriente (del latín orior, nacer) u occidente (occido, matar). En el patio merece la pena visitar el museo Novecento a Napoli con obra escultórica y pictórica realizada en el XX por artistas napolitanos o activos en la ciudad, muy interesante.

Ese barrio tiene también un bonito y pequeño parque, La Floridiana, que merece un paseo, con mirador a la bahía y con abundancia de tortugas en un estanque, unas ocultas, otras con la cabeza en posición levantada, inmóviles. Las calles se van llenando, desde un banco vemos la vida pasar y aparecen un par de personas mayores con cuidadoras, y aparecen ellas con bonitos vestidos y buenos bolsos, y los invitados a la boda echan arroz a los novios que acaban de dejar de serlo. Tras bajar del funicular y cenar la música se adueña de las calles.

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