Dos veces le pregunto su nombre. La primera no te entendí, perdona, ella se ríe mientras juega con sus dedos. Paquima dice ella, casi tendría que apuntarlo, digo. Luego se cruzan otras palabras, ella habla de fiebre, de la suya, será un delirio su nombre, me pregunto. Yo también juego con los míos y en esa frontera que separa los dos asientos de un tren, de un autobús o de un avión hay dedos que parecieran querer cruzarla, sin otra voluntad que eliminar la distancia y tocar los otros y quizás abrazarlos torpemente.
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Hace 1 mes
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