jueves, 22 de septiembre de 2022

cantabria.7

De Potes no recuerdo nada. Empiezo a dudar que estuve antes. Hasta ahí hemos llegado desde Panes atravesando el asombroso desfiladero de La Hermida, veinte sinuosos kilómetros a la vera del Deva, encajonados entre montañas. No existe descanso en los tres mil metros que van de Potes a Santo Toribio de Liébana. Metros inclinados por senda o asfalto. Para algunos es fin de peregrinaje.  Montañas a los lados y música en la capilla que guarda la lignum crucis. De ahí a Fuente Dé para ver el sobrecogedor desnivel de 800 metros que salva el teleférico. Más cabras pastando que ponen sonido a la tarde. Ahí dormí al raso, a cubierto de alero, en una noche de agua, hace ya muchos años. De ahí a Mogrovejo donde las pendientes se antojan fuera de lo normal, donde hay una torre, mucha paz y una carta que espera a que su dueño venga a recogerla pero la casa/finca parece lejos de estar habitada últimamente. De ahí a algún otro sitio que no recuerdo, de ahí a ver el atardecer que no será bonito porque las nubes taparon el sol.


Para final de trayecto elegimos Santoña y la magnífica subida al faro del caballo. Sabíamos que después de la dura subida entre vistas del mar y bosques quedaban 763 escalones que había que bajar y luego subir. La sorpresa viene al ver la inclinación de estos, incompatibles con nuestro cansancio acumulado, los víveres de la mochila y el siempre presente vértigo. En fin, hay que saber retirarse a tiempo. Desde ahí vemos Laredo, al otro lado, ahí vamos, ahí comemos, nos asomamos al enorme arenal y pensamos que algún día habrá que pasearlo.

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