sábado, 13 de agosto de 2022

agua

Nunca aprendí a tirar piedras, yo ahí de pie, los pies plantados, el agua a un palmo, la del río, lago o pantano. Y la piedra que no se aleja.


Pero aprendí a pasar mi mano sobre el helecho moteado por minúsculas gotas, suavemente, e imaginar que son gigantes árboles de un bosque pequeñito que rebosa verdor; mientras, mis botas pisan un manto mojado. Hoy parte de esos helechos están amarillos.


También aprendí a vadear riachuelos, de un salto o haciendo equilibrios sobre piedras, a oír su ruido, que no es de cascada ni de torrente, es de vida. Hoy los atravieso por un lecho seco.


Y hoy aspiro el olor a hierba seca, se amarilleó, se convirtió en otra cosa; echar de menos que llueva es poco, que llueva y huela a tierra mojada, que no sea un sueño, ni la cortina de agua un espejismo. Yo tan sediento como la tierra, mirando al cielo de nuevo, azul, bajando los ojos a la tierra, amarilla.

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