sábado, 25 de diciembre de 2021

fluir

Como pescador que va al Zadorra salgo temprano sin saber nada de lo que pasa en el mundo, intuyo que sigue a lo suyo, que nadie nos confinó en las últimas horas, porque alguien veo, a un señor que en un bar, sentado, come su bocadillo, puede que no cenara anoche. Y si las calles están vacías más lo está la vía verde del antiguo ferrocarril, encajonada entre tapias escritas y pintadas, con árboles a los dos lados, con sus copas peladas, con su base que mantiene algunas hojas arrugadas y mustias que caerán cuando sople el viento por el túnel. Y lo que ya cayó alfombra el carril bici, húmedo. Y las fábricas o talleres parecen ausentes, la corrosión presente en paredes, y sólo el ruido en alguno delata que algo se produce, no sé el qué, allá donde tantos pasan sus vidas.  Y de repente humanos y perros, se cruzan, y uno de esa raza que me gusta aúlla, no ladra, y no sé qué significado tiene lo que parece un lamento, podría ser sorpresa, saludo, miedo o alegría. De ella, parada por un instante, veo su pelo de tono rojizo, pero no sus ojos. Y tras breve cuesta donde el tren cede llego al río que hoy parece manso, y que hace unos día creció y creció hasta desbordarse, y el agua cuando se desborda es imparable aunque hoy me parezca mentira. La vuelta me lleva por otros caminos, un coche aparcado podría albergar dos cuerpos amándose que eligieron este día para contarse un futuro. Sitios conocidos, todo humedad, los pájaros que picotean, que vuelan, y la vida que surge,  él pone un asiento, planta su cartel que pide ayuda, se sentará, ella habla con alguien por la pantalla del móvil, en un idioma diferente, mientras el niño del carro que empuja aprende las palabras de su madre, y el abuelo lleva pan. 

Todo parece fluir, hasta mis miedos, que suben y bajan. Y si vine deprisa vuelvo más deprisa, cuánto me gustaría correr, porque ella está sola, porque ella es frágil.

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