miércoles, 21 de julio de 2021

líneas

Trazaría líneas infinitas, muchas, algunas pararían aquí y allá, las seguiría como se siguen migas para alcanzar puntos. En esos puntos encontraría a gente conocida, hablaría con ellos, o simplemente los abrazaría si faltan las palabras, si a mi me salen y a ellos no les vienen, si es que llevan tanto tiempo sin hablar, puede que sea normal, puede que no me reconozcan, puede que yo tampoco a ellos. Una de esas líneas me llevaría al Bar Hungaria, Vitoria, allí me encontraría con el tío Antonio, que tanto nos acompañó en la infancia, no sé cuantificarlo, pero si cualificarlo. Pelo escaso y blanco, dibujante, diferente. Allí mi padre pediría por mí, una empanadilla, crujiente, recién hecha, con esas burbujas que formaron colinas, con eso que se queda en los dedos y que las servilletas satinadas no limpian, con eso que se queda en el sabor, hasta en la memoria, atún, tomate y huevo, sublime. Anoche mi mujer las hizo, rozando la excelencia, y yo me paseé en volandas por el interior de ese bar, me subí, me aupó mi padre a la silla metálica alta, y esperé a que viniera el plato, rozando la eternidad.

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