sábado, 27 de marzo de 2021

neutral

Siguen estando los inodoros, hay neumáticos, sigue estando todo lo que vi hace dos meses, basura y más. Dice el ayuntamiento que va a invertir más dinero en limpieza, ardo en deseos de ver los resultados. Todo esto que veo está camino del monte de Valdelatas, pulmón verde, oficialmente cerrado por la limpieza de los árboles caídos en Enero. No se le pueden poner puertas al mar, tampoco al monte. A pesar del cártel, a puerta abierta no se le pueden hacer ascos. Y una cosa puede ser hacer deporte a riesgo de que una rama todavía colgando se desprenda y otra es pasar todo el día allí con los niños jugando mientras se come y se bebe. Porque allá se encaminan con mesas, sillas y neveras azules familias y familias. Que sea lo que Dios quiera, debe de pensar alguien. Mientras, grupos numerosos corren juntos o caminan juntos porque no saben estar solos, desafiantes a las restricciones. Total, son jóvenes y sin patologías previas. Bendita obediencia de antaño. En el país de los campeones de todo tipo de deporte, de los campeones de los aplausos, de la compasión, de la caridad, somos también campeones de la desobediencia y la estupidez. En fin, antes me sublevaba, ahora me estoy volviendo neutral, abstencionista, o contentadizo, tenía que decir esa palabra, porque ayer leí El descontentadizo, un cuento de Manuel Chaves Nogales, escrito a primeros de los años veinte, y que me fascinó, resumen de vida en dos páginas. Así que doy media vuelta y ya donde las casas comienzan diviso a alguien en bicicleta vestido de negro. Nada especial hasta que me cruzo con él y veo sus ropas de sacerdote y su enorme cruz al cuello. Me dan ganas de preguntarle si Dios existe, pero mi neutralidad me lo impide. 

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