La pared, su pintura, se agrieta. Quiere formar provincias, autonomías, quizás cada trozo de pintura se independice. Quizás odie al resto, de las que solo la separan fronteras que nadie sabe de dónde vinieron. Será por la calidad de la pintura, por el movimiento de la corteza terrestre, vaya usted a saber. Vamos, lo normal de cualquier pared cuando se somete a las tensiones de la vida. Le pasa como a los cuerpos, que a veces lloran y a veces ríen. Y a veces sueñan en una cama, postrados, con mundos mejores. Para qué soñar con algo peor de lo que vemos diariamente a nuestro alrededor. No cabe recuperar la normalidad en un país con tanto anormal. Sí, hablo del nuestro, desgajado, agrietado, como esa pared, donde abundan los que se enorgullecen del fracaso y los faltos de solidaridad y de humildad. Abandono.
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