No somos libres hoy, no, todavía no es hora de seguir nuestro camino sin que
nos tropecemos con las cuatro paredes. Pasó el Domingo de Ramos, llegó la
Semana Santa y todos seguimos confinados. Impacta la imagen del Papa de Roma,
en la soledad de la plaza que siempre estuvo llena. Nadie sabe si Dios está a
su lado. Nadie sabe cuántos murieron de verdad, los que se quebraron sin una
segunda oportunidad, los que agotaron la prorroga diaria. Como nadie sabe si
nos escucha Aute desde algún recóndito lugar. Nosotros sí que le escuchamos a
él. Alguna vez, casualidades, descubro esa hora, las cuatro y diez. Siempre, y
no es casualidad, me estremezco oyendo la canción. De lo mejor que nadie
escribió en nuestra lengua.
Y pasan películas y series. Unas entrañables, simpáticas. Otras generan
desazón y angustia, a sumar a la existente. Por eso quisiera volar, un
imposible, quisiera dejar atrás azoteas y chimeneas y verlo todo desde arriba,
y no poder ser detenido, y volar sin mascarilla, sin miedo al virus, que no
sabe ascender. Sin horrorizarse ante el otro vacío, porque de lo que va esto, por encima de todo, es del miedo a no tener más día de mañana por vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario