domingo, 30 de julio de 2017

tango



Siempre quise bailar el tango. Como ese que cantaba Gardel, aquel que compuso a medias con Alfredo Le Pera. También murieron juntos. “Acaricia mi ensueño el suave murmullo de tu suspirar”. Así dice y es empezar y desplomarse las defensas, las que impiden llorar, las que impiden caer presa de ese estremecimiento que anuncia más. Se encadenan frases y se palpa la sensualidad de un baile donde hay piernas que se levantan en ángulo y luego bajan, pasos que parecen zancadillas, cuerpos que se abandonan, que se sostienen, que se levantan, y bocas que nunca llegan a encontrarse, siempre buscándose. Dicen que es un tango canción, “el día que me quieras”, grabado en 1934. Dicen que primero fue el baile, que luego surgieron letras que se acomodaron al ritmo y a la emoción de ese entrelazado de cuerpos. Aquí, con esta pieza, el par de autores, música del ilustre Gardel y letra de Le Pera, no dejaron resquicio para mucho más. Emociones condensadas, contenidas en esos pocos metros cuadrados que se pisan mientras se sueña.

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