lunes, 17 de julio de 2017

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A Cuéllar por la nacional VI, después de las tormentas. El día nace con fresco, ocho de julio, alejado de los estándares, fuera de la normalidad. En Cuéllar no hay prisas hoy, no parece haberlas nunca. Es un pueblo, grande o pequeño, pero alejado de las apreturas y las carreras, donde la vida consiste en dar un paso detrás del otro. Ni siquiera las Edades del Hombre parecen haber atraído multitudes. Quizás sea la situación geográfica del lugar, aún rodeado de buenas carreteras, la lejanía de Madrid ayuda. Empezamos por San Andrés, iglesia de estilo mudéjar, parece que nos transportamos a la mezquita. Colores y contrastes que allá arriba sobresalen por encima de los paneles montados para la exposición. Reconciliare lleva por título. Un video nos sumerge en el mensaje, guerra y paz, perdón y reconciliación. No sólo tras guerras, tras todo conflicto humano. En resumen, tender la mano, lo que hace el personaje que da vida al cartel. La música, de David Rivas, suave y viva, acompaña los pasos. Las obras son pocas, pero grandes algunas. Será la constante de las tres sedes de este año. Paseamos por el pecado original, siguiendo a Adán y a Eva. Un Cristo del Perdón, en pose atípica, tallado en 1753, atribuido a Luis Salvador Carmona, resalta. Viene de Atienza. Cercana, otra escultura, reciente, siglo XX, 1921, navarro él, Fructuoso Orduna y la Fuente. Bronce para representar el arrepentimiento, Post Nubila Phoebus, obra propiedad de la Fundación Eduardo Capa. Ventanas simuladas en capillas, sigue el piano poniendo lo que falta. Andamos para seguir visitando. Nos remontamos a 1427, capilla de la Magdalena, parte del antiguo Hospital, creado para atender a los “pobres vergonzantes”. Fundado por el Arcediano Gómez González, alberga hoy una pequeña exposición sobre la historia de los judíos en Cuéllar, a la vera de pinturas murales superpuestas. También silencio y vacío en la Iglesia del convento de la Concepción. Fundado en el siglo XVI, son siete las concepcionistas que hoy quedan, seis que ya no cumplirán los 80 años y una monja joven. El futuro parece estar fuera de estos muros y rejas. Calles que llevan a una zona comercial que parece recibir a los más madrugadores, aunque ya sea mediodía. Todo despierta. La exposición sobre las tenerías se encuentra allá donde se hacía esta labor, antaño. Oficio de extramuros, para los curtidores, de baja escala social, asociado a olores nauseabundos, trabajo ingrato. Nos cuenta el video y la guía el proceso seguido que habla de taninos que evitan la descomposición de las pieles y de garabatos que no son trazos mal dados. El jardín japonés que rodea el centro es agradable, bonsáis y peces, todo en miniatura o casi. En la entrada de los apartamentos, edificio antiguo reconstruido para la ocasión, pero que conserva la fachada de casa vieja, hay una pequeña plaza, con algo de verde y música cantarina que nace de una fuente original, dos pilas bautismales se unen para formar una esfera imperfecta. Enrollar la persiana de madera para que pase la luz me trae olores que había olvidado. Sí, será madera, será el polvo acumulado sobre los listones, será otra cosa, para mí es un recuerdo de una casa en piso bajo, donde vivía mi abuelo y desde cuyas ventanas, particularmente una, tantas veces me asome a la calle, a la altura de los viandantes, previo gesto de tirar de la cuerda para luego atarla, dejar que entre la tarde y que los de fuera vean a los de dentro, y que los de dentro veamos si alguien pisa calles, es verano. Hoy también es verano y tras la persiana hay un nogal, el de San Pedro. Elegimos el Chaplin para comer, todo Charlot en el comedor tras las escaleras. Menú de 14 euros, bien y abundante. Recuperar el resuello para seguir. Hay manifestación en la plaza, quemaron una bandera del orgullo hace unos días, hoy se juntan para la condena. Seguimos con las edades, en San Esteban un Greco. Pequeña iglesia, prácticamente solos, ideal para ver y volver a ver. La Magdalena, escultura anónima de San Miguel y San Julián de Valladolid, último tercio del XVII, me suena conocida. Sepulcros labrados, de Alfonso García de León y de Doña Urraca García de Tapia, 1404, con yeserías mudéjares policromadas. También las bulas que Isabel de Zuazo se llevó a la tumba buscando indulgencia en el más allá. Terminamos con el realista abrazo de dos santos, Santo Domingo y San Francisco, lo esculpió Carmona en 1755, y la obra reside en Santo Tomás de Ávila. Nos vamos a la última sede, en la Iglesia de San Martín, no la más grande pero la que alberga más joyas. Dice alguien, un salmo, que la vida “es un aliento fugaz que no torna”. La música sigue poniendo el punto o el contrapunto. Desde Allariz en Ourense han traído una Virgen diferente, la de la Esperanza, desproporcionada podría decirse, pero extrema en colorido y gesto. De 1560, de Juan de Juni. Más policromía, sólo en vestimenta, en la escayola titulada “Mujer adúltera”, obra de 1912, de Ramón Núñez, y que viene de San Quirce y Santa Julita de Valladolid. Volamos al año pasado, 2016, Julio López presenta un magnífico Cristo crucificado, sin cruz, de aspecto no joven, mayor, con pelo hacia atrás, con entradas, en bronce, escultura atípica por desmontar la figura característica de Cristo en la cruz. Como la que se remonta al XVII, en1646, y que hizo Manuel Pereira, el Cristo esbelto, bañado en sangre en su espalda, se le llama el de la agonía o de los Marqueses de Lozoya, de la Catedral de Segovia. Siguen las historias de reconciliación, de hijo pródigo, de perdón. Y para acabar una pintura, inmensa, tríptico del descendimiento. Hermosa en su panel central, también de Segovia. Es de Ambrosius Benson, de 1532, y sus figuras son plenas, especialmente alguna María. Dejamos las edades y tomamos el coche, cinco kilómetros, hasta el santuario de nuestra señora del Henar. Hay quien hace a pie el camino. Llano hasta llegar a unas verdes campas donde está el edificio. Iglesia y claustro con cactus y silencio. Son carmelitas. Llueve sobre mojado en claustro techado. Cristalera que golpea la lluvia. Truenos que nos llegan amortiguados. Plantas que no se mojan y mártires de la cárcel de Carabanchel, era 1938. Pequeño museo y subida al camarín policromado de la Virgen, hermosa talla románica del XII, profusamente vestida de rojo. Algunos fieles. Afuera venden rosquillas y más para los pocos peregrinos de la tarde. Coche y carretera hasta Peñafiel.

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