sábado, 11 de febrero de 2017

glorioso



Mendizorroza. Monte afilado. Al lado el monte del pico. La tribuna de Cervantes, abierta por los lados. Entra frío. Señores, escasas mujeres, ¿alguna? Padres e hijos, yo y mi padre, algunos jóvenes juntos. Suena el himno cuando los jugadores salen por la esquina entre Cervantes y la tribuna central. No hace mucho que agrandaron las tres tribunas, todo nuevo. Yo lo ví. Yo los veo, a los albiazules. A saludar al centro y luego aquí, a este lado, a calentar. Deja de sonar el himno. El glorioso a escena. Expectación. Se animaba de otra forma. Era el equipo el que animaba al público, con sus goles, delirio. La mayoría de las veces con la entrega. Con una carrera por la banda o persiguiendo un balón inalcanzable. Otros días pitos, silbidos. Algunas botas, de vino, pipas, cigarros y puros, bocadillos. Frío, mucho. Almohadillas, que si todo sale mal irán al campo. Cemento pelado.  En la General era diferente. Tras el humo de los cigarros se ocultaban masas de hombres en pie. Mas gritos, mas insultos. Mas ruido. Todo ha cambiado. Cervantes está ocupada ahora por una marea joven que no para de saltar o cantar. Banderas muchas, las justas entonces. Lo veo en la tele. No cambia el color del césped. No cambian las líneas. No cambian los árbitros y sus carreras. No cambian las protestas. Ni los once, ni uno mas, de aquí y de allá. La televisión también modificó el fútbol. Lo pervirtió. Trajo dinero a espuertas. Trajo millonarios donde antes había gente normal que jugaba al fútbol.  Ahora algunos de esos normales se convierten en divos, imagen de marcas, conductores de coches de lujo, habitantes de moradas de otro mundo. Menos mal que la esencia no cambia. A veces el fútbol está con el modesto. La tele junta comentaristas, dos, tres, cuatro,…la mayoría no aporta nada. Verborrea sin sentido. Entre el que no sabe hablar y el que no sabe qué decir vamos apañados. Luego están los que quedan en entredicho a la primera de cambio. Su pasión, no la futbolística, la de sus colores, los delata. Y ya se sabe, a justificar lo injustificable, a perdonarlo todo. Vuelvo al césped, es difícil ver ahora un campo embarrado. Antes sí. Ahora se suspenden los partidos. Antes se jugaba. Y el balón no corría, pero se luchaba, se peleaba por sacar el esférico del charco. No hay videos, fotos instantáneas, repeticiones en el videomarcador. Había marcador simultáneo manual. Radios en la oreja. Rumores, algo ha pasado en la Condomina, peligro en Altabix, gol en Los Carmenes…. La tablilla del uno sale, local o visitante. Todos jugaban a la misma hora. La jornada empezaba y se acababa. La quiniela hacía recuento. Y salir y comentar lo visto. Hace frío. Hay que taparse. Y era domingo. Siempre domingo. La mejor forma de matar esas tardes y sus salvas de melancolía. El lunes periódico y crónica, y gracias. Alguna foto. Los héroes. Ahora los de la tele hablan raro. Se inventaron términos. Un ejemplo, encimar. Nunca se usaba. Siempre se defendió. Cambiaron rechace por rechazo. Los medios desaparecieron. Al igual que los interiores. Ahora hablan de sala de máquinas. Se habla de líneas de pase. Se habla de desmarques de ruptura. Hay arrastre y crear espacios. Al área le llaman caja. Aberración. Un ejemplo: “el orden lo marca el balón, el orden lo marca el termómetro”. Quiero pensar que el autor de esa frase, famoso comentarista, se dejó llevar por la pasión y el cerebro hizo estragos en su vocalización de ideas. Camisetas con publicidad, anuncios en chino. Con todos mis respetos, ¿por qué felicitan el año nuevo chino los jugadores? Sé la respuesta pero me da lástima. Menos mal que no nos quitaron el gol. Que no nos lo cambiaron de nombre. Que sigue siendo la expresión máxima, el grito puro, el desahogo. Los espectadores saltan, gritan, esos gritos de la gente siguen siendo los mismos. ¿Quién ha marcado? Edgar, jugada valiente, de fuerza, de raza. El gol que llega. Falta poco para el final del partido. A perder tiempo. A protestar. ¡Es la hora árbitro! Pita ya. Final para el modesto.

No hay comentarios: