Hay un vendedor ambulante que no se
sabe lo que vende pero que transmite compasión. Hay pasiones, también otra con
mayúsculas, la de Cristo. Hay coronación de espinas. Hay una perspectiva
grandiosa, anónima, del pueblo donde nació el artista. Quizás haya de todo,
tanto que al acabar las preguntas se han agigantado y uno quisiera tener
tiempo, más, para buscar si no las respuestas, una aproximación. Hay también
una videoinstalación que avisa el folleto puede provocar cierta desorientación.
Las razones apuntan al ritmo visual y sonoro. Yo no encuentro el ritmo. Imágenes
en blanco y negro. Es como si las paredes se movieran, oscuridad. Música. Aquí no
hay preguntas. Hay que buscar la puerta de salida cuanto antes para huir de la
nada. Para hallar la luz de la escultura de Miguel Blay (1866-1936). Blancas
formas que estallan contra las paredes oscuras. Los bocetos dibujados dan idea
de las manos del artista. Solidez y belleza lleva por título. Madrid estaba
vacía de mañana. Se llenó después. Hay otros sitios donde la soledad solo la
rompe el ruido, como el de un tren. Es la estación de Cantoblanco, en domingo,
vacía de estudiantes y llena de mensajes, no cruce las vías. Descuide.
martes, 4 de octubre de 2016
el bosco
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