viernes, 22 de abril de 2016

pies descalzos-2



El prólogo del autor resume todo. Antológico, breve, esquemático, narrar todo en un par de páginas. “Los seres humanos somos unos insensatos”, dice. Y luego habla del trigo, como símbolo, pisoteado, pero que resurge. Pasa el tiempo y vienen los americanos a dirigir el país y a sacar conclusiones médicas después de la explosión. Con chicles para los niños. Los niños les venden cráneos de muertos. Para conseguir dinero, para comprar comida. El emperador sigue siendo un Dios, culpable de todo, de generar expectativas basadas en mentiras, alimentando la codicia de los que siempre ganan algo en el conflicto. Algunos son críticos con el poder. Los americanos son odiados, directamente. Los niños huérfanos hacen eso y más. Hasta matar para sobrevivir, integrados en mafias que trafican con comida y víveres. Se hace cualquier cosa para poder alimentarse, a uno, o a los familiares enfermos. Los muertos siguen aumentando. Se roban los niños, la propia hermana del protagonista, porque recuerda a los que se perdieron. Luego morirá, inocente. Sigue la violencia como respuesta a la frustración. Sigue el sol llenando viñetas, y el trigo como palabra que se invoca para pensar en la superación. Sigue la vida entre tinieblas.



Pies descalzos-2. Una historia de Hiroshima. Keiji Nakazawa. 1975


 

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