viernes, 11 de marzo de 2016

briviesca


En Briviesca yo paraba allá por los años 70. Cuando la Tere todavía existía al borde de la nacional I y donde se vendían almendras. Garrapiñadas. Dulce de antaño que yo pensé sólo existián allí. Luego descubri que no. La Tere ya no existe. Está cerrado. Las persianas se descuelgan, y todo el edificio quiere caerse. Desaparecer. Las almendras se siguen vendiendo dentro del pueblo. En la plaza Mayor por ejemplo, donde el templete parece descansar en las cabezas de unos niños que algún día echarán agua. La plaza para reunirse y para celebrar funerales. Como en la iglesia de San Martín, donde se está en la gloria encima de tal y donde en un rato tañeran las campanas, a muerto, monocorde y lento sonido. El coche aparecerá en la puerta. Dentro un bonito retablo hispano flamenco y otro hermoso cuadro de la virgen con su manto protector. El antiguo hospital es hoy centro de actividades para asociaciones y vecinos. Un vecino de antaño, Juan Cantón Salazar donó hace tiempo 120 pesetas a los pobres. Lo dice una enorme placa. Hacemos tiempo para asistir a una visita. La joya artística de Briviesca. El complejo de Santa Clara, del cual se visita la iglesia. Ya no quedan clarisas. Se fueron hace unos años. La oficina de turismo enseña el retablo, monumental. Lo llaman el Escorial de los retablos. Oscuro a lo lejos, se va clareando a medida que nos acercamos. Madera de nogal. La visita, con audioguía y con el soporte de la guía. Muy interesante. Es hora de comer algo. Se toma el aperitivo como en pueblo que se precie. Buenos pinchos y raciones. Hay donde elegir. Pueblo concentrado en cuatro calles. El mercadillo recogiendo. A esperar a la semana que viene. Las almendras en el bolsillo. Estarán crujientes. La nacional I y sus recuerdo

No hay comentarios: