Leer sobre fútbol puede parecer absurdo.
No abundan las buenas historias relacionadas con el juego por excelencia. Es Alex
Ferguson una especie extraña, 27 años en el mismo club como entrenador no es
algo que se suela ver, acostumbrados como estamos a lo inmediato y a la
sustitución de managers como revulsivo. Ahí radica lo que se puede extraer de
su vida, que básicamente es el trabajo a largo plazo, con paciencia. El trabajar
con jóvenes casi niños que desde los trece años sienten unos colores que
conforman el espíritu del club. Es decir, sentar las bases de un club,
construirlo. Y no hacer un equipo. Y Sir Alex habla de la observación como principal
arma. Intentar entender al jugador, estableciendo una relación de confianza y
lealtad. A pesar de todo también recuerda la soledad del banquillo, cuando las
cosas no vienen bien dadas. Pero ahí aparece otra de sus armas, el nunca
rendirse para seguir un camino que se acaba ya veterano, fin meditado y
consensuado y con una despedida gloriosa en el último partido que entrenó, el
empate a cinco goles, una fiesta de fútbol.
Alex Ferguson. My autobiography. 2013
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