Fueron 20 días de agosto, verano del 91. Inolvidable viaje,
vuelo de Iberia, cuatro primeros días en Londres. Qué decir de la capital
inglesa. Descubierta infinidad de veces. He paseado las calles a menudo y nunca
me canso. El parque de St.James te puede ofrecer música desde su quiosco, la
National Gallery te llena de arte, la torre de Londres es historia sobre el
Támesis, navegable y hermoso. Canden Town es rastro a su manera, es ropa usada
y todo lo viejo que usted pueda comprar, en almacenes ganados al pasado, al
borde de canales, y sitio para probar sabores del mundo, desde la comida india
al curry pasando por la asiática o la mexicana. Oxford Street es comercio, Harrods,
los grandes almacenes, son otra cosa. La librería Foyles era un sitio entonces
donde bucear en el segunda mano, se renovó años después hacia el libro nuevo,
aunque conserva el mismo arsenal de libros por metro cuadrado en múltiples
plantas. Londres también tiene que ver mucho con la familia real y el cambio de
guardia, o con el British Museum y su colección de momias egipcias que dan
miedo. Y las iglesias de Londres también aportan lo suyo, la Catedral de San Pablo
o la abadía de Westminster, tumba de varios reyes y reinas, que alberga la silla de
la coronación de los monarcas. Y de ahí al Big Ben o a pasear por Hyde Park y a
tirarse en la hierba. Y de ahí a alquilar un coche para seguir el camino.
sábado, 13 de octubre de 2012
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