El viaje es corto, aquí al lado, pero viaje al fin y
al cabo, desplazamiento en cercanías de Renfe. La vuelta es por Madrid, para
empezar Malasaña, barrio, mujer de nombre Manuela, joven que dio nombre al
barrio, heroína del dos de mayo. De calle en calle damos con la calle del
Divino Pastor. Yo hubiera pensado que el
café se encontraba a la izquierda, mirando hacia San Bernardo, pero no, está a
la derecha. Buscando se encuentra, los recuerdos hacen montonera y en la mezcla
todo se confunde, quizás es que las visitas de antaño seguían otra dirección y
otras mezclas, y otras horas en noches iluminadas y alegres. Sigue en su sitio,
el Café Isadora, sigue igual, el mismo tono añejo de decoración, y entrañable,
con puertas de espejo que ya no abren nada colgadas de pared, con sillas de
madera y mesas de coser, con piano y con fotos y carteles antiguos, y con el
Agua de Valencia, champán con zumo natural de naranja, para abreviar, fresco,
en jarra para servir en copa. Tantos años han pasado que ya no me acuerdo de la
última vez que estuve ahí. Los años de la crianza, que no de vinos, los que
hacen que se olviden calles y nombres. Motivo de otra búsqueda anterior, le
pregunto al camarero por el Café del Foro, era éste sitio lugar de luna llena
en simulacro de plaza descubierta pero techada, encantador. La respuesta es
demoledora, cerró hace 15 años, debo parecer un marciano caído del cielo o un
turista accidental. Volveremos, últimamente lo hacemos a menudo, la zona en
general, Fuencarral, Chueca, Malasaña, se presenta llena de vida, donde comercios
y bares crean un entorno para que bullan las horas de todos los colores.
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