El pan de hoy sabe a infancia, no sé si es la
harina, lo desconozco, es el conjunto lo importante, el todo es lo que hace que
llegue el sabor, parece mentira, tanto tiempo; a veces los hornos o tahonas
sacan olores, no sabores, y son aquellos, iguales o similares, guardados y
asociados a mediodías de verano donde se buscan viandas y se llevan arroces a
horno de pan, donde el fuego quema y el calor abunda, y ahí afuera, el sol está
alto y la paellera se traslada en mano, son cuatro pasos, a casa baja y primer
piso, y el olor de la casa también es inconfundible, olvidado, más bien
escondido, esperando su oportunidad de resurgir, de resarcirse, de salir de su
habitáculo, y la tarde traía tormenta, agua embravecida y luego la calma, y
nada más, y nada menos, y entre medias, todos, mayores y pequeños, inocentes
los últimos, felices los primeros, todos alrededor de unas mesas, viviendo sin
saber, sin pensar, sólo el momento.
sábado, 23 de junio de 2012
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