sábado, 14 de abril de 2012

adivinos

La profesión de adivino no es fácil, algunos la eligen y se enriquecen a cuenta de los ingenuos o de los desesperados. Nadie sabe cómo estará este país dentro de cinco años, por poner una fecha, y es que los lustros siempre son sinónimo de cambio. Sólo sé que seremos millones de habitantes aunque no los mismos. Dicen que el futuro se inventa, y todos deberíamos lanzarnos a ello, los gobernantes ya han hecho su apuesta, el tiempo dirá si esas invenciones se convierten en éxito o en fracaso. No voy a jugar a adivinar, sólo espero lo mejor, aunque la espera sea un verbo, que denota paciencia y hasta resignación. Podríamos hablar de quizás, pero es esta una palabra sinónima de predecir. Podríamos hablar de ojalá, que denota una fe en algo superior, pero yo me alejo de quizás y ojalá, y sólo deseo que las cosas vayan mejor, para todos, comunitariamente, sin excepciones, sin daños colaterales, sin paro estructural, sin marginados. Ya vuelvo a soñar, a pintar lo que nunca reflejará el cuadro. Y es que el absoluto es inalcanzable, idealista. Dicen que los muertos nos observan, yo creo que volverían a morirse del susto al ver algunas cosas de las que hemos inventado los humanos, no lo entenderían. También nos envidiarían, sobre todo nuestra posibilidad de vivir esta vida que es única, la que todavía tenemos esperándonos, campo abierto para inventar en base a detalles diarios, con nuestras aportaciones individuales, fuera de grandes órganos de poder y decisión, todos a una, y es que aunque sea a base de pequeñas cosas, esas que cantaba Serrat, esas que nos hacen llorar cuando nadie nos ve, algo podemos hacer para seguir sumando al bien común.

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