domingo, 25 de enero de 2009

los jovenes opinan

El informe de la juventud en España del año 2008, editado por el Instituto de la Juventud, muestra en el apartado de aceptación de las instituciones un dato preocupante sobre el grado de confianza en nuestros políticos. Desde un 5,7 como nota más alta para las ONG’s, pasando por diversos organismos, llegamos a la peor nota, un 3,6, la que los jóvenes de 15 a 29 años otorgan para nuestros representantes. Como suele ser normal, la desconfianza aumenta con la edad. No parece algo nuevo, ni en nuestro país ni en otros. Ni parece algo novedoso. Ya en 1822 escribe Chateubriand en sus Memorias (con 54 años) lo siguiente: “Lo habría sido todo en su gobierno (el de Bonaparte) de haber querido; pero siempre me faltaron para tener éxito una pasión y un vicio: la ambición y la hipocresía” No parece mala la ambición, si la hipocresía, fuente repetida de tumultos parlamentarios y desencuentros forzados entre los rivales. Por eso, da gusto ver como el fenómeno Obama, extenso en palabras y promesas, incipiente en obras y acciones, ha desencadenado tal pasión, no sólo en su país sino también en el resto del mundo. Que un político sea capaz de mover tales masas, conciencias y esperanzas deja abierta una puerta para el aire fresco, esa por la que aparte del aire debe de entrar luz, esa a la que se refería en su toma de investidura como “haciendo negocios a la luz del día, podemos restaurar la confianza vital entre el pueblo y sus gobernantes”. Eso, luz y taquígrafos, dicen unos, con un objetivo que se olvida a menudo, servicio al ciudadano, y no a sí mismos, está claro. Que tomen nota los nuestros si es que quieren subir su nota.

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