jueves, 18 de diciembre de 2008

balanza

Mi abuelo tenía una balanza que todos los veranos de mi infancia ocupaba algún rato dentro del abanico de juegos. Extraña atracción esa de equilibrar pesos, pesar libros, piedras o cualquier objeto. Uno descubría lo que pasaba cuando el equilibrio se rompía y un conjunto de pesas casi disparaba al contenido del otro platillo. En el tuto ha llegado el momento de la evaluación, de ese balance necesario que inclina la balanza dependiendo del peso que se haya puesto en el platillo que mide el esfuerzo, esa que produce llantos o alegría, que se traduce en vacaciones tranquilas o menos. Los testigos aprueban todo, buena noticia para los tiempos que corren, donde parece que lo anormal es hacerlo. Esfuerzo premiado que se verá recompensado ahora con el descanso, una mayor permisividad horaria y la ausencia de despertadores. El trimestre acaba con algún cambio de tutor, con cansancio y con la sensación de que hay gente que se queda por el camino, niños que no parecen tener vigía, que lían porros en clase o que parecen fumados un buen día en clase de mates, mientras comentan que no saben que les han dado hoy. Es difícil hablarles de esfuerzo a niños que arrastran esto y surgen preguntas sobre donde se originó la ruptura, en qué momento el niño abandonó su parte de responsabilidad y por qué nadie se lo recordó e intentó ayudarle. Tener confianza es esperar que la cosa cambie pero para que esto se produzca, todos los actores, niños, maestros y padres, tienen que trabajar sobre el mismo lado de la balanza.

No hay comentarios: