sábado, 1 de febrero de 2025

aguas

No puedo saber si les pasa a ustedes pero yo a veces siento extrañas miradas que salen de muchas páginas y que no me miran, más bien lo hacen al vacío, quizás sea lo propio de la foto fija, puede que sea fruto del alcohol que me pone fuera de lo que soy y que me hace pensar que alguien, algo, apaga las farolas que estaban encendidas, justo cuando comenzaba un rojo y deslumbrante amanecer, con esas nubes de las que desconozco el nombre, son segundos gloriosos, luego menos, luego se va el color, no saco foto para revivir ese momento, habrá más, tantos como amaneceres, los que también verán los abetos que han sobrevivido a la Navidad, solo les queda la vida, en el fondo como a todos los vivos, me dormí después pensando en lo que decía Google, y es que caminé sobre las aguas.

dolor

Triste el primer capítulo, tristísimo, como el resto del libro. Y demoledor. Alguien se puede preguntar cuál es la razón de leer este libro, publicado hace tantos años, y respondo que para entender el presente y también para no olvidar, para recordar que algunos tenían cara de personas normales porque buenas es un hecho que no lo fueron, para recordar el origen del mal, la educación que dejó alumnos confusos y muertos de miedo, para no olvidar el delirio y la insatisfacción permanente, el odio, la anestesia moral generalizada, la cobardía, el silencio y la indiferencia de tantos. 

¡Arriba Euskadi! La vida diaria en el País Vasco. José María Calleja. 2001

pequeñito

Dibujo en el colegio en pequeñito, soy también pequeño. Luego copio esas láminas de guerreros en acción o de soldados en traje de campaña, luego en casa dibujo los rostros del cine o de la televisión, son rostros hermosos, el canon lo pongo yo. Después nada o casi nada. Después dibujo con mis hijos en pórticos de iglesia o en sus bancos, en casi penumbra, santos e imágenes, también sobre las praderas, unas flores o una montaña, o esa vaca. Después me lanzo a la locura y la espiral me lleva a acabar cuadernos y cuadernos y a gastar tinta y bolis, y descubro técnicas desconocidas y superficies nuevas, y queriendo dibujarlo todo me conformo con una parte, mínima. Y esos momentos llegan a ser hasta mágicos, hasta sanadores en algún momento, hasta gratificantes, momentos que me sacan de este mundo.

campo

Se van del campo antes de tiempo, a veces para evitar atascos, otras veces enfadados tras la derrota que parece inevitable, poca paciencia, poca fe y poca esperanza, algunos se llevan al niño que quizás se esté preguntando el por qué no puede ver el final del partido.

A veces llega el clásico en un país extraño con gente en las gradas que llevan camisetas con colores o blancas, que no entienden nuestro idioma ni lo entenderán, que son personas que sirven de actores para mostrar al mundo que no es tan fiero el león como lo pintan, una capa de otro color para esconder lo negro, y con los protagonistas de siempre; unas veces ganan unos, otras otros, esta vez le tocó a ese grupo de jóvenes descarados.  

Los modelos en el mundo del fútbol escasean, por supuesto que hay más de los que no hacen ruido que de los que lo hacen, pero a estos se les nota más, protagonizan portadas, entrevistas y todo tipo de informaciones, se repiten las jugadas conflictivas, también las palabras, son poco edificantes, cometen errores por su juventud, impulsividad o por vaya usted a saber y luego se arrepienten en rueda de prensa, otros ni siquiera se arrepienten, y es que amparados por el poder del club al que representan hablan en forma de queja e insatisfacción permanente, siempre hay un culpable al que achacar la pérdida, pasiones incontrolables que no son fáciles de esconder en este mundo de pantallas. Y todo por tan poco, por uno o tres puntos, lo más cercano a la miseria.

filtros

Boyero habla de todo en este libro, de cine, de periodismo, de fútbol, de libros, música y política, y mucho de vida, de la suya y de lo que ve. No he sido seguidor suyo de siempre, sabía que estaba por ahí, nada más, pero siempre huí de los críticos de cine; ver su documental de hace tres años me llevó a leer sus columnas de El País donde habla de otras cosas, donde se vuelve mordaz, no es políticamente correcto y se expresa sin filtros, o lo que es lo mismo sin miedo, esas son las palabras que me gustan.

No sé si me explico. Carlos Boyero. 2024

noticia

Y la noticia repetida, escrita ahora junto con un poco de música, siempre el canon, hacen temblar todo lo que soy, y el arco iris pone color y el pájaro movimiento, aunque vuele sin saber nada, ajeno. Y uno de mis ojos que se abre, el otro aún más. Llevo cuatro líneas y no cabe mi mundo de palabras, ni tampoco los abrazos, y menos los que quedaron pendientes, que se acumulan y se salen del papel y hasta de mí hacia un destino incierto.

retales

Escribir de retales, a partir de una sílaba que puede ser doble o triple, todo pasa por el índice de repetición, y luego elegir conjunciones, olvidando su clasificación, y quizás hilar con palabras de antes, de las de toda la vida, no de esas nuevas que justo llegaron al diccionario, y una vez terminado el escrito de retales de colores leerlo en voz muda, que sola en la cabeza habita y no pretende ir más allá de los confines de la piel.