Ay la vida cómo es, llena de
impaciencias incontables, de miedos incontrolables, de milagros cotidianos que
se hacen continuos. No se explica si no que estemos vivos, que sigamos aquí,
que sigamos respirando. Me cuesta descansar, que no es lo mismo que dormir. Vienen
pesadillas, y yo sin quererlas. Reencuentro, eres tú. Me encanta esa foto,
alguien que no se mueve y tú agarrando su bastón, qué ves al fondo, me pregunto.
Escribo palabras sueltas que yo sólo entiendo, y les pongo color en ese
cuaderno rayado que es antesala de estas líneas.
Y entre tormentas y soles pasa
el verano, con ovejas que balan entre placas solares y yo, que no soy pastor y
que me llamo como tú, no sabría qué hacer con ellas ni entendería sus sonidos
ni lo que sienten cuando tienen corderitos. Y sólo espero ver otra primavera, donde no recogeré margaritas. Yo las llamaré velloritas, también chiribitas,
incluso pascuetas, formando ramos, hermosos, punteados de colores, de tacto
suave y olor a campo. ¿Hay algo más milagroso?