domingo, 15 de septiembre de 2024

sabor

El sabor de la infancia llega a veces en botella transparente, los ojos verdes llegan detrás del mostrador.

La guitarra sin cuerdas no puede sonar aunque el que lo intenta lo persiga con ahínco.


Llevarme una golondrina que deja a cambio de limosna un señor de barba blanca que casi no puede hablar.

juventud

Segunda parte de las memorias. Muy entretenida. Empieza el autor recordando a sus ancestros, (¿quien va a garantizar la honorabilidad de las personas que no se conocieron?), a los lejanos y a los cercanos, abuelos y padres. Nacido en 1872, en San Sebastián, llega la infancia con esos primeros recuerdos que le adentran en el folletín de la vida. En 1879 estará en Madrid, en el 81 en Pamplona, años de correrías y travesuras infantiles de un mal estudiante, nunca podrá usted ser ingeniero le dicen. Años de miradas sin decisión. En el 86 vuelve a Madrid, empieza la juventud de alguien que se define a sí mismo como poco atrevido, poco sociable, torpe y no inteligente. Dos amigos le bastan, comienza la carrera de Medicina, es lector asiduo pero no buen lector, “solamente ya de viejo comencé a leer los libros completos, con todas sus frases”, “siempre saltaba las descripciones y las reflexiones e iba a buscar, decidido, el diálogo y la acción”. Aparece el deseo de escribir y cuenta historias de hospital, tristes, novelescas, como la de Sor María y su diario y la del hermano Juan. En 1890 la familia se traslada a Valencia. Allí obtendrá la licenciatura en 1893. El doctorado lo completará el curso siguiente en Madrid. En febrero de 1894 fallece su hermano Darío y pasan unos meses en Burjasot. Ya en verano de 1893 se traslada a Cestona para ejercer de médico, de pueblo y disponible a cualquier hora, a sus 21 años tiene poca suerte con las galanterías. 
Enumera a muchos personajes reales que luego habitaron sus novelas. Las malas relaciones con el otro médico y su cierta falta de vocación le hacen volver a Madrid en septiembre de 1895 para encargarse del negocio de su tía abuela convirtiéndose en industrial panadero en la calle Capellanes. El negocio no acaba de andar y así será año tras año, aunque el día a día lo vive con aventuras, amigos, noches y escarceos con las mujeres. Llegará otra crisis por la guerra de Cuba, jugará en Bolsa, ganará y perderá, y en 1902 no ve ya salida al negocio, quiere ensayar la literatura y cede la administración de la tahona. No será hasta 1916 cuando venda el negocio a Manuel Lence.
Familia, infancia y juventud. Pío Baroja. 1945

lisboa.sept24.1

Decir adiós a todos en el aeropuerto, recordar, rememorar lo vivido, inolvidable en fotos o vídeos pero más aún en el corazón. El cuerpo duele de tanto trajín, los ojos se cierran de cansancio, bienvenido sea.
Y volvemos a la ribera eterna del Tajo para atravesar sus aguas por el puente Vasco de Gama, 17 kilómetros que parecen exagerados a nuestra vista engañada.

El río parece envidiar al océano que lo aguarda y baja su nivel para mostrar un fango donde pequeñas gaviotas que no son tales y flamencos se alimentan, será marea.

En Montijo hay casas de pescadores, de cuando esa actividad traía el pan para todos. Y las hay de colores, con redes que adornan o no, las hay también que no resistieron el paso del tiempo. Comemos bien y nos vamos a Barreiro para buscar sombra y aire, al otro lado una vista de Lisboa diferente con un perfil de baja altura al que abruma el Tajo y el cielo azul, y entre esa variedad de azules aparecen blancos o pasteles y el color de los tejados. Si me fijo en las aguas diré que están viniendo y yéndose a la vez, pasarán debajo de un puente, luego de otro, sombras en su camino para abrazar a las aguas abiertas. Y ya en Caparica encontramos el espectáculo del sol, el agua y el viento mientras las gaviotas chillan agitadas por el pescado que recién sacaron los tractores en las redes. Los pescadores clasifican las piezas, los cangrejos son para las aves. Quiero seguir a una, elegir mi gaviota, se sustenta en el aire, más es imposible no perderla, su movimiento me pierde, sujeta a instintos anárquicos, otras abandonan los aires y se anclan a tierra, algo esperan. Como nosotros esperamos el atardecer pensando que será rojo y tras la espera no llega tal y como lo imaginamos. Salimos huyendo, el viento incesante pide chaqueta que no tenemos.

sábado, 14 de septiembre de 2024

madre

Bonito cuento infantil del novelista portugués con primorosas ilustraciones de Daniel Silvestre da Silva.

A mae que chovia. Jose Luis Peixoto. 2012

veredas

Esta ciudad se me queda pequeña, necesito campos, sendas, caminos que no acaben en el mar, que se pierdan en el horizonte, ya perdido su color. Veredas para andar sólo como alma que lleva el diablo, el maligno que se apoderó de mí y hace que la cadencia de mis pasos aumente, tanto que a una orden de mi voluntad el andar se podría transformar en carrera, en trote o en sprint que deje atrás las farolas, los bancos y los transeúntes. Y parar cuando no pueda más, cuando el corazón se me salga por la boca, cuando el resuello falte, cuando el jadeo sea constante, cuando el diablo haya huido de mí, asustado.