Es cinco de Enero y los Reyes traen el mejor regalo. Que no, que no es
la paz, ni la abundancia, ni nada abstracto. Que es el agua que todo lo moja, y
también nieve que colapsa carreteras y embellece las postales. Y los padres no
tienen manos para sostener paraguas y niños en brazos. O se suelta uno u otro. Y
los reyes pasan rápido en carrozas, que se mojan. Pero saludan y luego vendrán
a cada casa, subiendo escaleras por fuera para ver sin ver en la oscuridad del
hogar cómo se puede dejar felicidad, algo, en forma de juguetes, regalos. Y todos
se van corriendo, unos se agachan para coger caramelos del suelo, mojados, el ser
humano se puede volver casi miserable ante lo gratuito. Todos a casa, a comer
roscón o a cenar y dormir, rápido, que no nos vean despiertos. Nosotros no
hacemos caso y pasamos parte de la madrugada cantando. El cantar siempre alegra
el alma, la eleva, la enternece, le hace temblar. No vemos escaleras afuera, no
oímos nada. El silencio de afuera y la guitarra de dentro. Deben de haber
llegado ya, o no, durmamos que mañana tendremos sorpresa. No nos hagamos
demasiadas ilusiones, digo los adultos. Algo nos dejan, al lado del árbol. Pero
algo más, que no vemos, en los corazones. Lo que cada uno quiera, siempre lo
puede buscar, hurgar, arañar la piedra hasta encontrarlo, aunque no sea día de
reyes, aunque no sea cinco de enero, aunque llueva desde un cielo negro que
invita a pisar las calles y a mojarse y a despertarse y a alegrarse de que el
ciclo de la vida volvió.
Macarrones con salsa de pistacho
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Cocer la pasta durante 10 minutos y mientras tanto preparar la salsa de la
siguiente manera: Pochar un calabacín mediano cortado en trozos con piel.
Pelar ...
Hace 6 meses
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