skip to main |
skip to sidebar
cuellar-2
El nogal y los pájaros, luz y una
torre de iglesia, en Pamplona siguen corriendo, escasos dos minutos, para
llegar a la plaza. La torre sin servicio, el sol, esplendoroso, tras la luna
llena. Una campana lejana y un gato que hace gimnasia mientras los pájaros
siguen, anárquicos en su vuelo, incomprendidos por mis ojos que no pueden
seguirlos. En el bar el Castillo al pie de las murallas, tomamos el desayuno,
en terraza protegida del sol que hoy calentará más. Deliciosas tostadas con
tomate. Coger fuerzas para andar la muralla, son sólo 400 metros, parecen más.
Desde el adarve buenas perspectivas, tierra de pinares o mar de ellos, se
pierde la vista. Haciendo tiempo para visitar el castillo de los Duques de
Alburquerque. Creo que se llama Mariano, difícil seguir su monólogo, tan rápido
el habla como sus movimientos que le llevan a ir de aquí para allá, arrastrando
un carro, o intentando abrir una puerta, o hurgando en la basura, o cortando
una rama, mientras da la bienvenida o se presenta como embajador. Cuenta
historias que llevan al toro, dice que él lo fue, matador de toros. Que llevan
a toreros muertos, que él estaba allí, dice, que él estaba con el Yiyo cuando
le llamaron para hacer la suplencia que acabó con su vida. En ese momento se
va, y al poco le vemos llorando, desconsolado por su amigo. Llega la hora y
empieza el teatro en forma de visita guiada al interior del castillo. Nos
remontamos al siglo XVII cuando el octavo Duque quiere casar a su hija con su
tío para que perdure el ducado. Ella, Ana, ama a otro. Dependencias que cambian
la historia representada. Tres actores dan vida a todos, cambian roles,
vestuario y demás para llenar los aposentos de amores y equívocos. Los cómicos,
que somos nosotros, visitantes, también participamos de alguna forma. El primer
duque fue Beltrán de la Cueva, ahora los propietarios cedieron en usufructo el
recinto al estado que se encargó de repararlo y añadir un instituto de
secundaria. Bonito sitio para estudiar. Antes fue cárcel y más. Visita que nos
lleva hora y media, agradable y recomendada. Dejamos la historia y volvemos a
una carretera bonita y virada que nos lleva a Sacramenia, pueblo segoviano,
perdido, feo, con tres restaurantes que ofrecen lechazo. Elegimos los González,
crían ellos sus propios ejemplares hasta los 21 o 22 días. Ahí llega la hora
del matarife. De ahí al horno que los deja en su punto. Una ensalada para
acompañar, nada más se necesita. Me pregunto qué hace la gente en esos pueblos
que en Julio se presentan secos y polvorientos. Volvemos a la carretera que se
llena de música y de sueños. Desde la periferia se alcanza la uno, la nacional,
que se llena de coches. Vemos donde nace el Duratón, siempre manando algo, allá
donde las montañas y piedras toman el nombre de Somosierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario