A Cuéllar por la nacional VI, después
de las tormentas. El día nace con fresco, ocho de julio, alejado de los
estándares, fuera de la normalidad. En Cuéllar no hay prisas hoy, no parece
haberlas nunca. Es un pueblo, grande o pequeño, pero alejado de las apreturas y
las carreras, donde la vida consiste en dar un paso detrás del otro. Ni
siquiera las Edades del Hombre parecen haber atraído multitudes. Quizás sea la
situación geográfica del lugar, aún rodeado de buenas carreteras, la lejanía de
Madrid ayuda. Empezamos por San Andrés, iglesia de estilo mudéjar, parece que
nos transportamos a la mezquita. Colores y contrastes que allá arriba
sobresalen por encima de los paneles montados para la exposición. Reconciliare
lleva por título. Un video nos sumerge en el mensaje, guerra y paz, perdón y
reconciliación. No sólo tras guerras, tras todo conflicto humano. En resumen,
tender la mano, lo que hace el personaje que da vida al cartel. La música, de
David Rivas, suave y viva, acompaña los pasos. Las obras son pocas, pero grandes
algunas. Será la constante de las tres sedes de este año. Paseamos por el
pecado original, siguiendo a Adán y a Eva. Un Cristo del Perdón, en pose
atípica, tallado en 1753, atribuido a Luis Salvador Carmona, resalta. Viene de
Atienza. Cercana, otra escultura, reciente, siglo XX, 1921, navarro él,
Fructuoso Orduna y la Fuente. Bronce para representar el arrepentimiento, Post
Nubila Phoebus, obra propiedad de la Fundación Eduardo Capa. Ventanas simuladas
en capillas, sigue el piano poniendo lo que falta. Andamos para seguir
visitando. Nos remontamos a 1427, capilla de la Magdalena, parte del antiguo
Hospital, creado para atender a los “pobres vergonzantes”. Fundado por el
Arcediano Gómez González, alberga hoy una pequeña exposición sobre la historia
de los judíos en Cuéllar, a la vera de pinturas murales superpuestas. También
silencio y vacío en la Iglesia del convento de la Concepción. Fundado en el
siglo XVI, son siete las concepcionistas que hoy quedan, seis que ya no
cumplirán los 80 años y una monja joven. El futuro parece estar fuera de estos
muros y rejas. Calles que llevan a una zona comercial que parece recibir a los
más madrugadores, aunque ya sea mediodía. Todo despierta. La exposición sobre
las tenerías se encuentra allá donde se hacía esta labor, antaño. Oficio de
extramuros, para los curtidores, de baja escala social, asociado a olores
nauseabundos, trabajo ingrato. Nos cuenta el video y la guía el proceso seguido
que habla de taninos que evitan la descomposición de las pieles y de garabatos
que no son trazos mal dados. El jardín japonés que rodea el centro es
agradable, bonsáis y peces, todo en miniatura o casi. En la entrada de los
apartamentos, edificio antiguo reconstruido para la ocasión, pero que conserva
la fachada de casa vieja, hay una pequeña plaza, con algo de verde y música
cantarina que nace de una fuente original, dos pilas bautismales se unen para
formar una esfera imperfecta. Enrollar la persiana de madera para que pase la
luz me trae olores que había olvidado. Sí, será madera, será el polvo acumulado
sobre los listones, será otra cosa, para mí es un recuerdo de una casa en piso
bajo, donde vivía mi abuelo y desde cuyas ventanas, particularmente una, tantas
veces me asome a la calle, a la altura de los viandantes, previo gesto de tirar
de la cuerda para luego atarla, dejar que entre la tarde y que los de fuera
vean a los de dentro, y que los de dentro veamos si alguien pisa calles, es
verano. Hoy también es verano y tras la persiana hay un nogal, el de San Pedro.
Elegimos el Chaplin para comer, todo Charlot en el comedor tras las escaleras.
Menú de 14 euros, bien y abundante. Recuperar el resuello para seguir. Hay
manifestación en la plaza, quemaron una bandera del orgullo hace unos días, hoy
se juntan para la condena. Seguimos con las edades, en San Esteban un Greco. Pequeña
iglesia, prácticamente solos, ideal para ver y volver a ver. La Magdalena,
escultura anónima de San Miguel y San Julián de Valladolid, último tercio del
XVII, me suena conocida. Sepulcros labrados, de Alfonso García de León y de
Doña Urraca García de Tapia, 1404, con yeserías mudéjares policromadas. También
las bulas que Isabel de Zuazo se llevó a la tumba buscando indulgencia en el
más allá. Terminamos con el realista abrazo de dos santos, Santo Domingo y San
Francisco, lo esculpió Carmona en 1755, y la obra reside en Santo Tomás de
Ávila. Nos vamos a la última sede, en la Iglesia de San Martín, no la más
grande pero la que alberga más joyas. Dice alguien, un salmo, que la vida “es
un aliento fugaz que no torna”. La música sigue poniendo el punto o el contrapunto.
Desde Allariz en Ourense han traído una Virgen diferente, la de la Esperanza,
desproporcionada podría decirse, pero extrema en colorido y gesto. De 1560, de
Juan de Juni. Más policromía, sólo en vestimenta, en la escayola titulada
“Mujer adúltera”, obra de 1912, de Ramón Núñez, y que viene de San Quirce y
Santa Julita de Valladolid. Volamos al año pasado, 2016, Julio López presenta
un magnífico Cristo crucificado, sin cruz, de aspecto no joven, mayor, con pelo
hacia atrás, con entradas, en bronce, escultura atípica por desmontar la figura
característica de Cristo en la cruz. Como la que se remonta al XVII, en1646, y
que hizo Manuel Pereira, el Cristo esbelto, bañado en sangre en su espalda, se
le llama el de la agonía o de los Marqueses de Lozoya, de la Catedral de
Segovia. Siguen las historias de reconciliación, de hijo pródigo, de perdón. Y
para acabar una pintura, inmensa, tríptico del descendimiento. Hermosa en su
panel central, también de Segovia. Es de Ambrosius Benson, de 1532, y sus figuras
son plenas, especialmente alguna María. Dejamos las edades y tomamos el coche,
cinco kilómetros, hasta el santuario de nuestra señora del Henar. Hay quien
hace a pie el camino. Llano hasta llegar a unas verdes campas donde está el
edificio. Iglesia y claustro con cactus y silencio. Son carmelitas. Llueve
sobre mojado en claustro techado. Cristalera que golpea la lluvia. Truenos que
nos llegan amortiguados. Plantas que no se mojan y mártires de la cárcel de
Carabanchel, era 1938. Pequeño museo y subida al camarín policromado de la
Virgen, hermosa talla románica del XII, profusamente vestida de rojo. Algunos
fieles. Afuera venden rosquillas y más para los pocos peregrinos de la tarde.
Coche y carretera hasta Peñafiel.
Macarrones con salsa de pistacho
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Cocer la pasta durante 10 minutos y mientras tanto preparar la salsa de la
siguiente manera: Pochar un calabacín mediano cortado en trozos con piel.
Pelar ...
Hace 7 meses
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