domingo, 7 de julio de 2024

orgullo

Imagino un fin de semana de reivindicaciones callejeras, de paradas multitudinarias, de orgullo por ser como se es, sin armarios ni escondites, de manifiesto, de auto afirmación, de miradas cruzadas y perdidas, hasta encontradas; pasadas las horas se limpia todo lo que se pueda, los miles de cuerpos que ayer bailaron reposan o aman sintiendo la piel ajena y la propia llena de caricias. Vibró ayer o vibra esta mañana el amado y la amada tras muros como vibran los cielos si vuela el pájaro, o se estremecen con la aeronave, o como vibra el subsuelo, todo se mueve. Y si quieres cerrar los oídos o no escuchar sumérgete en el Thyssen, sólo oirás pasos, ni siquiera eso, allí se expone la obra de Rosario de Velasco, olvidada por ser mujer, conocía a Adan y Eva, acostados en una hierba retórica pero no conocía Las lavanderas, donde los colores y la composición alegran la mañana de trabajo en el río. Ambas obras estarían en una antología de pintura española de primeros del siglo XX. Hay más en el museo, salas que se llenan de cuadros y gentes que se acercan o alejan, que fotografían y se fotografían y pasillos que confunden la salida, como me confunde la luz de la mañana, la velocidad en kilómetros por hora o los destellos de aquellos que se mueven, de aquí para allá, de seguro que tienen rumbo, buscando algo.

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