viernes, 28 de junio de 2024

galicia.2024.4

El barrio de Canido en Ferrol se llenó de color en las paredes. Empezó Eduardo Hermida, siguieron muchos otros, empezaron las meninas que adoptaron múltiples formas, siguieron otras formas, se cansarán antes los pies que la mirada que busca pequeñas pinturas o enormes murales que nos observan desde la altura de esas paredes que se quedaron sin tocar casa. Todo un espectáculo que también se acompaña de palabras y mensajes. La memoria es lo que se decide recordar, dice uno, todo por la tapia, dice otro. Es Ferrol sin caudillo, con tiendas cerradas, con mucha calma, sin turistas, el caldo gallego es antológico y las casas tiene una arquitectura singular, incluso algunas amenazan ruina. Allí, al lado del Arsenal, hay una palmera triste, la última antes de la ría, las olas que baten. En coche, en ascensión corta, llegamos a la ermita de Nuestra Señora de Chamorro, bonitas vistas de la ría. Después, entre eucaliptos y helechos, acabamos en el Cabo Prior, sobrecoge la inmensidad azul y me paralizo ante la escalera que parece descender cada vez más vertical, vuelvo. La ermita de Santa Comba está en una isla a la que sólo se accede con la marea baja, llegará pronto el momento. A sus lados playas semi vacías donde nada es lo que parece, andamos sin escuchar más que al mar agitado por un viento inmisericorde. Los que toman el sol se resguardan, nosotros avanzamos con ropa de turista, todo es distinto aquí, volvemos a la creación o a esa playa del planeta de los simios, pajaritos que esquivan las olas, surfistas con vela que parecen atrapados en el mar, qué hacer, y sale, quizás agotado, peñas recortadas, sol y más sol, crema solar, y las aguas se abrieron y donde antes estaban queda la arena húmeda que pisamos y subimos escaleras, ya estamos en la isla, ya avanzamos entre altas hierbas con multitud de flores al borde de un acantilado que intimida, la mano agarrada, ahí la ermita, cerrada, pequeña, en la puerta un Cristo que parece un madelman, un muñeco articulado que alguien clavó en la cruz, quedan los antebrazos y un pie con los clavos, todo mirando al mar, buen lugar para pasar la eternidad, para siempre. Todavía queda día, para buscar murales en Fene, el mejor del mundo, dicen, y para que el sol se ponga de nuevo en Riazor.

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