Tras las procesiones y los nazarenos llega la otra vida, la de verdad, la que no se refugia porque no hay refugio suficientemente grande, la que puede vivir con las luces apagadas o en penumbra porque no habría luz para sostenerla, la que se vive más en silencio que en locuacidad, la que anda las calles y siempre piensa de más, la que se siente culpable por aquello y por lo otro, la que no entiende aún entendiéndolo todo mientras sufre y espera.
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Hace 1 mes
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