Su voz suena grave, brusca, mayor o menor, parece gritar y enfadarse en un idioma extraño. Y no acierto a saber si es joven o viejo, o maduro o anciano. Y no acierto a verlo, ocultos como estamos los dos.
Yo sé que la música se dirige con los ojos, que también sonríen; que las manos se muevan es circunstancial. Se mueven porque no pueden pararse quietas de tanto como le gusta esa canción a esa persona. Y si no, fíjate bien en él, mira su cara.
Sombrero o canas, o todo son canas ya, o todo es verde, rodeando la pupila, o todo es sombra bajo los árboles, o todo es tarde que no se va.
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