Sus pequeños mundos invadidos. Las mareas humanas abarcan enormes espacios y buscan fronteras para cruzarlas, las que parecen marcar la diferencia entre la nada y la vida. Vienen a miles, en días donde no existen los domingos, donde cualquier tarde que se va les oscurece por dentro. No ven cabezas extrañas y bocas abiertas, puestas en pie, muertos de grandes manos dibujados en frescos que no perdieron todo su color, muertos que vienen al encuentro de los vivos. Ellos ven cadáveres, palabra que parece terminar de matar al que antes estaba vivo. Y ojalá vean sólo un pie o una maleta, el resto tapado. Y eso puede ser cualquier día, el de la mujer, el del hombre, el de todos, y hasta el de nadie.
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Hace 1 mes
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