¡Ay las cuestas!, de subidas imposibles, de tranvías inclinados, frenados, todo para ver miradores que abren nuevas vistas a una ciudad que despierta con aire de domingo, con campanas lejanas, con rumores de algo, con pintadas, con casas que ya nunca serán, con comercios que un día brillaron en neones y que hoy aparecen apagados, con parejas que se abrazan o besan, depende del pudor, con solitarios que cavilan, todos en la búsqueda incesante. Yo me siento en un banco que tiene la poesía grabada sobre madera, para que no se pierdan las palabras bonitas.
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Hace 1 mes
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