Me gustaría hablar con alguno de estos
jóvenes o mayores que demandan libertad, a gritos, en mítines, en sus casas, en
las urnas, en celebraciones tras el fin del estado de alarma, a la par que
invocan el nombre de la líder, Ayuso, que ha puesto de moda el vocablo.
Creo que hay mucho corazón y pasión, algo
de odio, poco raciocinio, poco pensamiento y escaso espíritu crítico. Me
gustaría debatir con sinceridad, sin acritud, sin elevar voces, sin lemas, sin
etiquetas, con respeto, con datos. Parece una utopía.
Gritar libertad, demandándola, es gritar
que se ha vivido o se vive en ausencia de ella. Y eso, por encima de todo, es
una soberana y rotunda mentira.
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