No sabéis donde se pierden mis pasos, ni
las causas de mis desvelos. Como siempre, apenas nos conocemos. Desconocidos
mutuos, perdidos entre los ensordecedores aplausos o debajo del atronador
silencio. Quisiera escribir en oblicuo, no traería nada nuevo. No me bastaría
para expresar la rabia. Hoy los aplausos los pintan de amarillo, los corazones
de colores, la primavera espera ahí afuera, y mientras, me da por pensar que somos como
esas libélulas efímeras, su apellido lo dice todo. Algún día habrá que guardar
un minuto de silencio, por ellos, por los que engrosan el triste balance. Y después,
sí, después estallar en un reconocimiento que los remueva de la tierra.
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Hace 1 mes
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