Llegó el viernes y
vinieron las nubes. Accidentado viaje hacia Heidelberg. Atasco, camión
averiado, ratonera. Más atascos…pero llegamos y comemos a la ribera del río. Hay
casas al otro lado y puentes que pueden acercar personas. Pacífica la vista; a
nuestra trasera la calle peatonal más larga de Alemania. Turistas y tiendas. Tomamos
el funicular para subir al castillo. Viaje corto e inclinado. Merece la pena. Edificios
que permanecen y otros que guardaron la fachada, con ventanas azules o grises
según el día. Convivencia con ruinas. Bonito el lugar, inmejorables las vistas
y jardines para solazarse, aunque el aire está más fresco. Un Museo de farmacia
y uno de los barriles más grandes del mundo son parte de la visita antes de
descender en picado. Nos espera Colonia con su majestuosa catedral que todavía
podemos visitar un rato. Pronto empezarán a cerrar, cuando termine la ceremonia
que se celebra en una capilla, pero antes hay vidrieras, luz y preciosas obras.
Al fondo, a lo lejos, la urna que contiene los supuestos restos de los Reyes
Magos. Ya no se puede pasar. A destacar el retablo Clarenaltar (hacia
1350/1360). Más retablos, esculturas y la sensación de querer verla con más
calma.
Después tiempo para cenar,
pasear al lado del Rhin, volver a fotografiar la catedral, esta vez iluminada,
y caminar hacia el hotel. Es hora de regresar.
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